domingo, 7 de septiembre de 2014

ESCRIBIR



ESCRIBIR

Se les reprocha a los argentinos no poseer una novela que los represente. Ecuador tiene la novela del indio ecuatoriano.
La Argentina fue un país de inmigrantes, que dio lugar a diferentes estratos; la oligarquía, el gaucho, el gringo rico o el pobre nostálgico de su tierra o el individuo cosmopolita, indiferente a su patria de origen,  con hijos y nietos nacidos en un país extranjero.
Todos deseaban reconocerse en una literatura gaucha, pero ni bien ponen el pie en nuestra tierra se encuentran con una mezcla de París, Londres y Madrid, New York y Nápoles.
Si al extranjero turista se le muestra Martín Fierro, lo ve como un ideal inexistente. Si recurre a Don Segundo Sombra, de Güiraldes,  afirmará que está escrito por un estanciero educado en París. Nos culpan y se desilusionan de no encontrar un gaucho auténtico.
Los escritores argentinos son literatos de Buenos Aires; una tercera parte de su población habita la ciudad (Sábato) 
El gaucho es un símbolo, no una realidad  que defrauda  a nuestros huéspedes, quienes sueñan con un modelo puro, utópico.
Los escritores de la capital tuvieron una educación  europea, varios dominaban en francés antes que su propia lengua,  educados en escuelas privadas o por institutrices, como la aristocracia antigua rusa. 
Hablan de la Pampa, sentados en un escritorio de una mansión céntrica. En sus cuentos aparece un gaucho que desconocen.
En ese entonces a los escritores plebeyos como Arlt se lo denominaba literatura popular, del grupo de Boedo, y la elitista por excelencia, encerrados en torres de marfil, se encontraban en el grupo Florida, simbolizados en los conceptos literarios con acentos metafísicos, en oposición a la literatura social que venían de vivir  duras experiencias política y sociales. No existe  en Argentina un Tolstoi ni un Dostoievski ni un Kafka. La novela es mágica, irracional. Se escribe con pasión como pintaba Van Gogh; los artistas son todos neurópatas.
El trabajo de pulir cuidadosamente el texto es similar al del minero que separa el brillante sin dañarlo, lo limpia pero protegiendo sus límites; se debe cuidar el lenguaje, modificando los párrafos, hacerlo claro, límpido. Si el tema es oscuro, el lenguaje no debe serlo; necesitará de cuidados lingüísticos: Proust es el ejemplo  mejor.
-La novela burguesa describe la realidad.
-la novela psicológica molesta muchas veces con  el Yo  protagonista.
-La novela moderna, oscura, laberíntica,  comienza con un enigma de la existencia e intenta por sobre todo ser original y comprometer al lector en seguir leyendo, de allí su vacuidad para despertar emociones.
Los seres ficticios deben ser escritos con realismo artesanal. Deben ser reales porque sólo emociona lo real. Si no tendrá el valor de un simulacro sin valor.
Los gigantes de la literatura  como Voltaire, Molière,  BAlzac,Tolstoi Dostoievski,  Shakespeare, Dickens
escriben con una difícil sencillez de estilo. Pascal, matemático y físico genial, fue un literato con negligencias.  No se ocupó de los problemas gramaticales ni del estilo. Intentaba convencer sobre sus ideas jansenistas; sus paradojas son cachetadas vigorosas en pleno rostro.
Sin embargo, su estilo fue único en pulcritud y claridad.
Modificó la forma de escribir en francés desde sus Cartas Provencales. ñ
La metáfora no es el fin de la creación, aunque sea primordial; no representa el objeto: se distancia más bien de él pero -por debajo de ella- subyace el núcleo.
Es una expresión que se enfrenta al lenguaje lógico y objetivo. Contiene una subjetividad irracional, una objetividad  irracional. 
 Para Aristóteles, S IV a.C  la metáfora era la joya literaria, el corpus en todas las lenguas, un recurso literario esencial. Los escudos, los blasones, los jeroglíficos eran metáforas. En cambio las de Proust en el S XX  son siempre realistas; describe la vejez de un modo que nos desgarra: son casi metáforas crueles.
Otros autores nos atraen por aquellas metáforas logradas pero  una obra de arte no es una simple metáfora. Sería reducir la Mona Lisa a la belleza de sus manos, olvidando la  mirada su rostro, su sonrisa enigmática,  el paisaje, la vestimenta, los colores usados, la tonalidad de un solo color predominante en el cuadro y el sfumatto, que Da Vinci inventó  haciendo de su unidad  una tela única y célebre como ninguna otra.
El buen uso de la metáfora  separa a Dante de un poeta mediocre. El Fuego de Heráclito se transformó en una metáfora universal.
Un estilo claro, sencillo, encanta; uno encuentra al ser, no al autor. Ser naturales implica una ardua labor de correcciones porque  escribir de un modo sencillo para ser comprendido por todos es un arte que exige muchas horas de pulimento. "Si el pensamiento es claro. Por qué oscurecerlo y, si es oscuro, no será más claro por medio de la retórica", Heráclito dijo.
El sentimiento es casi inexplicable con palabras. El poeta se afana por transmitir emociones, sensaciones individuales y concretas mediante las palabras.
Desde Joyce en el siglo S XX existe un deslumbramiento por el vacío ilógico y la originalidad vacua y vacía, Intentó crear un lenguaje alterando los significados, forzando al máximo la sintaxis y hasta recurriendo a  onomatopeyas. En el mundo enloquecido de la II G Mundial, las reglas arbitrarias funcionaron. Pero el lenguaje es ante todo expresión individual y comunicación. El oscuro, confuso 
 vocabulario, desde Joyce en adelante, hasta llegar al surrealismo se opuso a la razón.  Toda obra, por  más subjetiva  que sea, necesita un máximo de lógica, de racionalidad con el fin de comunicar a través de la palabra. Cuando lo logremos, podrá ser llamada lenguaje literario.

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