CARTAS A UN REMOTO MUCHACHO
Cada Creador debe buscar y encontrar su propio instrumento,
el que le permita decir realmente su verdad, su visión del mundo. Y, aunque
inevitablemente todo arte se construye sobre el arte que los ha precedido, si
el creador es genuino, hará lo que el es propio, La moda rige para vestidos y
peinados, no para Catedrales o novelas.
Es la obra de Kafka lo que constituye un nuevo lenguaje, no los temas eternos que toca en sus cuentos, sino la forma original con que los ve. Es la totalidad lo que le confiere un sentido nuevo a cada frase y hasta a cada palabra. (...) Es frente a esta Academia de la antiacademia, cuando se necesita quizá recurrir de nuevo a ese coraje, fortaleciéndonos con el recuerdo de los grandes desventurados del arte, como Van Gogh, que sufrió el castigo de la soledad por su rebeldía.
Es la obra de Kafka lo que constituye un nuevo lenguaje, no los temas eternos que toca en sus cuentos, sino la forma original con que los ve. Es la totalidad lo que le confiere un sentido nuevo a cada frase y hasta a cada palabra. (...) Es frente a esta Academia de la antiacademia, cuando se necesita quizá recurrir de nuevo a ese coraje, fortaleciéndonos con el recuerdo de los grandes desventurados del arte, como Van Gogh, que sufrió el castigo de la soledad por su rebeldía.
De Brahms se rieron gente semejante a Saint-Beuve,( el mejor crítico de S XIX). Woolf sentenció en el estreno de
Sólo el arte de los otros artistas nos salva en esos
momentos, nos consuela. Sólo nos es útil el padecimiento de los seres grandes
que nos han precedido en ese calvario. Es entonces, cuando además de talento o
genio, se necesita de otros atributos espirituales: el coraje para decir
nuestra verdad; la tenacidad para seguir adelante; una curiosa mezcla de fe en
lo que se tiene que decir; una combinación de modestia ante los gigantes, una
necesidad de afecto y una valentía para estar solo, para rehuir la tentación de
los grupitos. En esos instantes de peligro nos ayudará el recuerdo de los que
escribieron solos en una selva, como Hemingway, en un pueblito, como Faulkner
y, si estamos dispuestos a sufrir, a desgarrarnos, a soportar la mezquinadad y
la malevolencia, la incomprensión, el resentimiento y la infinita soledad,
entonces estaremos preparados para dar nuestro testimonio. No sé cuándo, en qué
momento de desilusión Brahms hizo sonar esas melancólicas trompas que oímos en
el primer movimiento de su primera Sinfonía. Quizá no tuve fe en las
respuestas, porque tardó trece años para volver sobre la obra, pero aquel
llamado de las trompas atravesó los tiempos y de pronto, tú y yo abatidos por la
pesadumbre, las oímos y comprendemos que por deber tenemos que responder con
algún signo que le indique que lo hemos comprendido.(...)
En el acceso de locura, el alma sufre un proceso similar si
no idéntico al que sufre todo hombre en el momento de dormirse; se sale del
cuerpo e ingresa en otra realidad, como si estuviera fuera de sí, alienado,
enajenado. Esta enajenación puede suscitarse también de modo voluntario. Los
místicos y los poetas reconocen que la inspiración puede ser divina o
demoníaca. Se logra el éxtasis, salir de su cuerpo, colocarse en la pura
eternidad. Es esa muerte de sí a fin de renacer en otra región, liberándose de
la cárcel temporal. El poeta, inspirado repite palabras que nunca habría dicho
en su sano juicio, describe visiones de sitios sobrenaturales, igual que los
místicos. En ese estado el alma posee una percepción distinta a la normal, se
borran las fronteras entre el sujeto y el objeto, entre lo real y lo
imaginario, entre el pasado y el futuro. Esa descarnación del alma del artista
en el momento de su inspiración también explicaría el carácter profético que
alcanza en algunos momentos, aunque sea en forma enigmática, simbólica o
ambigua de los sueños.
En el sueño y en la inspiración no estamos completamente
desencarnados, ya que el instinto de conservación del cuerpo nos preserva con
máscaras y símbolos. Los poetas son los que sueñan por los demás; están
condenados a revelar los infiernos (...).
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